Te he conocido de la manera más extraña posible, una que nunca hubiera podido imaginar. Cuando alguna amiga me pregunte “¿Dónde le conociste?”, no sé si no se me escapará una risilla al tratar de explicárselo. Pero, lo cierto, es que no importa cómo nos hayamos conocido; lo importante es que lo hemos hecho y que todos los días me sacas una sonrisa.
Dices que, si las cosas hubiesen sido de otro modo, tú y yo nunca hubiésemos empezado una conversación. Probablemente sea cierto, venimos de mundos distintos; pero es curioso ver como dos personas tan diferentes en apariencia, luego resultan tener tantas cosas en común.
Tengo ganas de que vengas a Madrid y enseñarte los rincones de la ciudad en que transcurre mi vida. Cogerte de la mano y adentrarte en ese mundo de humo y asfalto que tanto te intimida. Volver a ver ese brillo que se te pone en los ojos cuando me miras y reírme de nuevo cuando intentas ser dulce conmigo pero terminas diciendo un montón de guarradas.
Quiero encontrar un hueco para acercarme a tu tierra y ver dónde vives. Observarte en un día como otro cualquiera, haciendo las cosas que siempre haces y donde lo único diferente a lo habitual sea que yo esté allí, acompañándote. Que, mientras fuera llueve, nosotros nos tumbemos tapándonos con una manta hasta la nariz y nos contemos todo lo que nunca nos hemos contado.
Me gusta cuando me dices que soy la mujer de tus sueños, que tengo todo lo que siempre esperaste encontrar en alguien. Me hace sentir tan grande…
Gracias por hacerme sonreír y por venir a mi vida cuando más sola me sentía.
Os dejo con Los Secretos…