viernes, 18 de febrero de 2011

Conocerte

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Te he conocido de la manera más extraña posible, una que nunca hubiera podido imaginar. Cuando alguna amiga me pregunte “¿Dónde le conociste?”, no sé si no se me escapará una risilla al tratar de explicárselo. Pero, lo cierto, es que no importa cómo nos hayamos conocido; lo importante es que lo hemos hecho y que todos los días me sacas una sonrisa.

Dices que, si las cosas hubiesen sido de otro modo, tú y yo nunca hubiésemos empezado una conversación. Probablemente sea cierto, venimos de mundos distintos; pero es curioso ver como dos personas tan diferentes en apariencia, luego resultan tener tantas cosas en común.

Tengo ganas de que vengas a Madrid y enseñarte los rincones de la ciudad en que transcurre mi vida. Cogerte de la mano y adentrarte en ese mundo de humo y asfalto que tanto te intimida. Volver a ver ese brillo que se te pone en los ojos cuando me miras y reírme de nuevo cuando intentas ser dulce conmigo pero terminas diciendo un montón de guarradas.

Quiero encontrar un hueco para acercarme a tu tierra y ver dónde vives. Observarte en un día como otro cualquiera, haciendo las cosas que siempre haces y donde lo único diferente a lo habitual sea que yo esté allí, acompañándote. Que, mientras fuera llueve, nosotros nos tumbemos tapándonos con una manta hasta la nariz y nos contemos todo lo que nunca nos hemos contado.

Me gusta cuando me dices que soy la mujer de tus sueños, que tengo todo lo que siempre esperaste encontrar en alguien. Me hace sentir tan grande…

Gracias por hacerme sonreír y por venir a mi vida cuando más sola me sentía.

 

Os dejo con Los Secretos…

lunes, 14 de febrero de 2011

De San Valentín y sus “queridos” regalos

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San Valentín… Ni me gusta, ni nunca me ha gustado. No lo he celebrado ni una sola vez con ninguna de las parejas que he tenido; y todo gracias a que he tenido suerte y me he encontrado con hombres que pensaban igual que yo, que el amor se demuestra todo el año y no hay necesidad de un día señalado para recordárnoslo. Además, tampoco soy muy romántica y las ñoñerías que se hacen en un día como éste me dan bastante alergia.

Por ejemplo, no me gusta que me regalen flores. Lo veo una soberana tontería (además de algo bastante poco original). Que sí, que son bonitas; pero se secan en nada y no me parece que merezca la pena pagar por ellas. Si me las regalan, lo primero que voy a pensar es que lo hacen porque no les daba la gana molestarse en pensar algo mejor. Que sí, que la mayoría de los tíos sois unos cutres, ¡reconocedlo!

La misma cara de póker se me queda si me regalan un perfume. Esto ya es algo más útil, pero está tan trillado… Joder, piensa un poco chaval… ¡qué no te vas a herniar! Además, no soy de perfumes fuertes, me hacen estornudar y estornudar hasta echarme a llorar.

Y ya puestos a pensar en regalos, los que no tienen precio son los que te hace la gente que no te conoce bien (esto no tiene nada que ver con San Valentín, pero me apetece contarlo). Lo cual me lleva a pensar en mi ex suegra y el puñetero jersey que me regaló en un alarde de generosidad. Por mí, se podía haber metido su generosidad por la puerta de atrás. Solo de recordar el jerseicito de las narices… ¡parecía un árbol de navidad con él puesto! La manera de combinar el brilli-brilli con los bordados horteras no tenía precio. Y lo peor es que no te puedes limitar a dejarlo en el fondo de cualquier cajón, sino que tienes que usarlo para no quedar mal con tu puñetera querida suegra. Esos días son aquellos del año en que más frío tienes, porque no te quieres quitar el abrigo por nada del mundo.

Pero no quedó ahí la cosa, porque al año siguiente decidió hacerme otro de sus regalitos. Esta vez fue un colgante, pero el más feo que encontró en la tienda. Tenía tal tamaño que podría haberla matado si decido darle con él en la cabeza y, era tan bonito, que todas mis amigas pusieron cara de espanto cuando se lo enseñé. Vamos, que yo creo que la tía lo hacía aposta. Como el no parar de traerme bombones y dulces varios porque, según ella, yo era muy golosa (mentira). Me parece que lo que intentaba era que se me pusiese un culo de un tamaño tal que fuera más fácil saltarme que rodearme.

¡Qué bien me vino dejar a su hijo y librarme de esa bruja!

Así que, os aviso. Si queréis hacerme feliz podéis regalarme un buen libro, una peli chula o un videojuego. También acepto ferraris, casas en Ibiza y viajes al Caribe. Y, si no, casi que no me regaléis nada; que no me voy a enfadar y vais a quedar mejor que si aparecéis con el primer churro que se cruce en vuestro camino.

Chicos, de verdad que queda mejor que nos regaléis vuestro propio cuerpo embadurnado de aceite y unos cuantos orgasmos bien trabajados, ¡que el puñetero perfumito de los cojones!

Queda dicho.

jueves, 3 de febrero de 2011

La blogosfera

Llevo años en la blogosfera. Primero como lectora, luego como autora de varias bitácoras. En todo este tiempo nunca le he revelado a nadie de mi entorno esta afición.

Nadie sabe que tengo un blog. Ni amigos, ni parientes… He decidido dejarlo totalmente al margen de mi vida personal. Este rinconcito es el sitio donde puedo hablar de cualquier cosa con total tranquilidad. Nadie que me conozca sabe de su existencia, así que no van a venir a pedir cuentas ni a juzgar lo que escribo.

Aquí no soy del todo yo, porque hay facetas de mí que quedan fuera. Aunque quizás soy más yo que nunca, porque muestro cosas de mí misma que en la vida real no me atrevo a enseñar.

A veces me pregunto qué visión tendrá de mí cada una de las personas que entra en esta página y lee lo que escribo. Cómo se imaginaran que soy. Si alta, baja, alegre, triste, aburrida o la alegría de la huerta.

Aquí mostramos nuestro yo más íntimo y a la vez no nos conocen de nada. Es curioso pensarlo.

Leyendo bitácoras ajenas puedes llegar a conocer a alguien mucho más de lo que le conocerán algunas de las personas de su entorno. Porque hay a quien vemos todos los días y que no sabe absolutamente nada de nosotros, pues únicamente cruzamos unas cuantas frases de cortesía. En cambio, aquí conocemos las alegrías y penas de los blogueros, sus sueños e ilusiones, lo que les quita el sueño y lo que les importa un carajo. Y ni si quiera nos hemos mirado a la cara ni una sola vez.

Es el milagro de la red. Tan fría y a la vez tan cálida. Es un simple ordenador ante tus ojos, o un millón de emociones que se esconden entre los millones de páginas web que están a nuestra disposición.

Y con la de bitácoras que podías haber leído, resulta que vas y terminas en la mía. Y a lo mejor soy alguien que si conocieras en la vida real te parecería la persona más insulsa del mundo, o nos llevaríamos a matar. Aunque también puede ser que si nos conociéramos, nos diésemos cuenta de que somos almas gemelas. Nunca se sabe. Y la duda, lo desconocido, para mí hace la red mucho más interesante. Hay millones de personas y escondidas entre todas ellas quizá puede que haya alguien capaz de cambiarte la vida. O puede que no y que todo esto no sean más que tonterías. Al fin y al cabo, ¿quién soy yo para opinar?

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