miércoles, 19 de mayo de 2010

Gilipollas

El sábado quedé con un amigo al que llevaba meses sin ver. No es que haya estado tan ocupada que no encontrase tiempo para vernos, sino que últimamente he estado en un plan en el que por más que buscase las ganas de arreglarme y salir por ahí, no las encontraba. Lo entiende y no me lo reprocha, algo que me hace sentir bien. Estoy acostumbrada a que mis amigas me monten el pollo cada vez que me escabullo unas cuantas veces de quedar con ellas, así que dar con alguien que no se siente ofendido porque no me apetezca moverme de casa es bastante agradable.

Charlamos, bromeamos, reímos, bailamos. Terminamos en el típico local donde casi todo el mundo se conoce y sabes que más tarde o más temprano verás caras conocidas. Antes iba mucho por allí, pero dejé de frecuentarlo hará cosa de un año. Cada vez que vuelvo siento que todo sigue igual, hay cosas que nunca cambian.

Al rato de llegar aparece Carlos. Ya ni recuerdo la última vez que nos vimos. Es un chico complicado. Tímido, reservado, cuesta conocerlo. He de reconocer que cuando le conocí me dio una impresión muy rara. Pensaba que le caía mal porque me soltaba unas miradas rarísimas y unas veces venía a hablarme con su mejor sonrisa y otras casi ni me saludaba. Hasta que me dijeron que estaba interesado en mí, cosa que corroboró en persona una noche que bebió más de la cuenta e intentó conquistarme. Decliné amablemente su oferta y, desde entonces, nos hicimos buenos amigos. No de los que se ven muy a menudo, pero sí de los que quedan de cuando en cuando para tomar algo y ponerse al día.

Se acerca sonriente, dice que se alegra mucho de verme. Hablamos un rato y empieza a ponerse más simpático de lo habitual. Me dice que a ver si quedamos algún día y sólo con ver su mirada me doy cuenta de por dónde van sus intenciones. En lugar de aceptar que seamos amigos y ya está, siempre tiene que intentar que haya algo más. Eso no me hace sentir muy cómoda y por eso no nos vemos con mucha frecuencia.

Pero me alegro de que estemos los tres juntos, porque me hace recordar esos fines de semana en los que salíamos de fiesta y terminábamos en cualquier bar, cuando ya todo había cerrado y el resto se habían ido a sus casas, tomando café y sin ganas de irnos a la cama.

Echo de menos esa época, cuando no nos importaba nada más que pasarlo bien.  Últimamente tengo demasiadas preocupaciones en la cabeza y no consigo desconectar, no sé si me estoy haciendo mayor o que definitivamente he terminado por quedarme gilipollas.

3 comentarios:

  1. No te preocupes, no te veo nada gilipollas, o a lo mejor me estoy quedando yo también igual...yo estoy en esa etapa mas o menos también, tengo cosas de las que preocuparme y no me apetece demasiado ir hasta las tantas de fiesta, son etapas como te digo...ya vendrá otra, en la que no haya quien te pare!!

    Un besi

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  2. Por cierto, se me olvidaba, me gussta el nuevo look!!

    Muaki

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  3. Eso espero! Supongo que con la llegada del verano cambiarán las cosas, porque el frío y la lluvia no ayudan mucho para animarse a pegarse una fiesta. El calor y las terracitas ya son otra cosa!

    Me alegro que te guste el cambio, me apetecía algo un poco más colorido.

    Besos.

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